-Es un recorrido por la vida y obra del cantautor y Rey Infantil del Festival de la Leyenda Vallenata en el año 1978, donde aparecen esas hazañas que dan testimonio de su eterno amor al folclor-
Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
En Patillal, su pueblo, José Alfonso ‘Chiche’ Maestre Molina retrocedió el tiempo en su memoria para trazar en palabras esos primeros años donde los juegos, los lugares tradicionales, sus intentos de ser artista y los asomos de amores juveniles estaban a la orilla de su corazón. Entonces, únicamente tuvo que llamar a lista para que aparecieran de inmediato los recuerdos y las inevitables nostalgias.
Es que Patillal tiene la virtud de juntar de manera inigualable el pasado y el presente y esta vez el poeta cantor que sin dar tantas vueltas fue directo a las raíces de su historia. Él ha tenido en sus 55 años de vida diversas facetas en el campo del folclor vallenato iniciando como guacharaquero, siguiendo como acordeonero, guitarrista y compositor. Después, por orden directa de su sentimiento ganaron la partida los versos y las melodías.
Estando con la nostalgia en carne viva ‘Chiche’ Maestre repasó su libro musical donde tuvo la capacidad de poner a divagar sus sentimientos, teniendo la particularidad de hacerlo llorando y cantando. Estas alternativas lograron que traspasara sus propias vivencias. En otras palabras, mojó el desamor con canciones.
En el diccionario de su corazón aparecen subrayadas las palabras olvido y tristeza. Además, entre frases aparece una que otra lágrima que para él es normal. Claro, que la felicidad, en su caso es como el arco iris, se pinta en el cielo de vez en cuando. Y por eso no dudó en declarar mirando hacía el infinito donde estaba pintado el rostro de una mujer: “Devuélveme mis sentimientos”.
Es así como la palabra melancolía revolotea a través de sus canciones para producir ese encanto que tiene la vocación de componer con el corazón adolorido y la aflicción prematura.
El amor a ‘Chiche’ Maestre, muchas veces se le cruzó por el camino equivocado y provocó que su corazón temblara, su alma se inquietara y la única salida fue predicar en un canto que las tormentas se calman cuando la esperanza está a la vuelta de la esquina.
Cada una de sus canciones tenía la salida para que su sentimiento tomara vuelo y expresara lo que sentía en ese momento. Al principio tuvo la normal timidez, pero después que fotografió a plenitud aquellos instantes los cantores del vallenato las hicieron suyas. De ahí arrancó la proeza de este cantautor cuya bandera ha sido darle oficio a su pensamiento y cantar en medio de la evolución del dolor.
Todo se resume en la frase que menciona en una de sus canciones donde tratando de ser feliz, se volvió soñador. Y qué decir de la canción “Ahí vas paloma’, donde como potro herido sacó a relucir la desilusión por la pérdida de su mayor tesoro.
Gloria ‘La Chata’ Riaño, protagonista de esa obra inmortal del vallenato después de 24 años entregó por primera vez su versión desde que conoció a ‘Chiche’ Maestre, hasta nuestros días.
Entre los apartes que dijo en hora y media de diálogo, se encuentra. “La mejor definición que han dado de mí la expresó ‘Chiche’, cuando dijo que yo era una paloma. Me siento una paloma en toda la extensión de la palabra. Soy una persona fuerte y decidida. Sabes, que las palomas no se dejan caer fácilmente. De otra parte cuando van a renovar su plumaje se esconden, se fortalecen y salen llenas de encanto natural. Cada vez que sonrío me siento una paloma, una mujer que no alberga resentimientos porque todo lo supero”.
El periodista que no pudo ser
En medio de todos los recuerdos hubo un espacio para sus estudios de bachillerato en el Colegio Nacional Loperena. Después, en Barranquilla quiso estudiar Licenciatura en lenguas modernas, pero se retiró en el último semestre. Al final en la Universidad de la Sabana de Bogotá cursó hasta el cuarto semestre de Comunicación Social, teniendo que dejar todo en el camino debido a las dificultades económicas de sus padres. Se frustró su grado de periodista.
Ante ese panorama y para no regresarse al pueblo con las ilusiones rotas, tomó su acordeón, esa misma que aprendió a tocar desde niño cuando en 1978 se convirtió en Rey Vallenato Infantil, incluso derrotando a su tío Gonzalo ‘El Cocha’ Molina, y comenzó a rebuscarse en las tabernas.
En esos momentos no aparecía la composición como opción válida. Solamente a sus familiares y amigos cercanos les cantaba sus cortas inspiraciones, pero de ese espacio no pasaban.
Ya con el camino despejado y siendo un destacado compositor reseña. “Nunca pensé que ese fuera el camino que Dios me fuera a escoger. Ni en mis sueños más remotos, ni en mis ilusiones, ni visualizaciones, ni por ahí; pero una cosa es lo que uno piensa y otra la que Dios nos tiene dispuesta”.
Aquellos días y noches difíciles quedaron atrás porque el tren de la inspiración rápida y contundente estaba pitando para quedarse para siempre en su memoria. Es así como su primera canción grabada fue ‘Lloré una vez’, interpretada por Alfredo Meneses y César Duran.
Todavía dudando de su excelsa creatividad le entregó a Iván Villazón y Gonzalo ‘El Cocha’ Molina, la canción ‘Que siga la fiesta’, debutando con todos los honores.
“Se oyen mil guitarras y alguien que canta allá en mi pueblo; hoy es día de fiesta y mis paisanos están alegres, y aquí está mi alma que no ha encontrado la paz que quiere”.
Desde ese año, 1988 empezó su ascendente carrera que lo han llevado a grabarle más 400 canciones.
Aquella vez supo que estaba ubicado en los cimientos del folclor vallenato, en lo que le dictaba su corazón y claro teniendo la vena musical Patillalera, esa tierra donde están sembrados sus recuerdos y nostalgias.
Pero mejor que José Alfonso ‘Chiche’ Maestre, lo diga: “Mi Patillal quiero ser ese niño que un día ayer tanto jugó, tanto corrió, con su inocencia de papel, que daría yo verme otra vez, ese tiempo no ha de volver”.
Ese verso está lleno de nostalgia pura, esa que no se consigue sino teniendo el corazón en la mano y el alma acorralada del más bello sentimiento.