-Deimer, el hijo del compositor Hernando Marín Lacouture, revivió ese canto de su padre donde una flor lo inspiró para compararla con una bella princesa guajira, esa de piel canela-
Por Juan Rincón Vanegas – @juanrinconv
El calendario indica que hace 25 años el compositor guajiro Hernando Marín Lacouture se fijó en un girasol florecido, escuchó cantar un canario bajo la vegetación y observó de cerca a una mujer que parecía una linda criatura adornada con rayos del sol.
Que bonito se ve el jardín/ya está abriendo el girasol/y en la sombra se ven lucir los cabellos de mi amor/y en un rincón se oye el cantar/de un humilde trovador/ que se muerde los labios de angustia/con sus ojos pintaos de penumbra/ languidece lleno de pasión/y la hembra mueve la cintura/y parece una linda criatura/adornada con rayos del sol.
La inspiración se convirtió en canción y fue recibida por Poncho y Emiliano Zuleta, siendo grabada en el año 1995, incluso se convirtió en el título de la producción musical.
Ahora, la canción cobra actualidad debido al acontecimiento del cultivo de 16 hectáreas de girasoles en la vía que comunica a El Jabo y Guacoche, corregimientos de Valledupar, convirtiéndose gracias al empresario Campo Elías López Morón, en impacto turístico por la belleza natural que encierra ese entorno.
El proyecto agrícola llevó al compositor Deimer Marín Jiménez, rey de la canción inédita del Festival de la Leyenda Vallenata en el año 1999, con el merengue ‘Maestro de maestros’, a recordar la obra de su padre, a quien inspiró una linda princesa guajira.
“Déjeme decir que como hombre de campo estoy maravillado porque me traslado a esa época de sembrados de arroz, algodón, sorgo y más que sea de girasoles. Que bello encanto de la naturaleza. También enseguida se me viene a la memoria la canción de mi padre ‘El girasol’, donde narra una historia muy llamativa”, comienza diciendo Deimer Marín.
No lo duda un instante, se transporta y cuenta. “Mi papá me contaba que cualquier día estaba en una casa y vio en el jardín la belleza de un girasol. No solo lo vio una vez sino varias veces, observando el cambio que iba dando con el movimiento solar, y se imaginó cantándole a una mujer que era como un mensaje del alma”.
Como todo guajiro que conoce los secretos del corazón y los enlaces del sentimiento llenos de amor relata. “En ese momento de alguna paloma estaba el gavilán pendiente de cazarla, y no en vano le cantó esa canción llena de poesía donde decía que no perdía la esperanza de besar su roja boquita”.
Estaba en lo cierto porque fue el hijo que lo acompañaba a las parrandas, conocía sus secretos hasta aprenderle el arte de componer. Aunque no quiso divulgar el nombre de la princesa guajira a la que compararon con un girasol. “Esos son secretos que la memoria a propósito los borra”, señala.
“Si mi papá se inspiró viendo un girasol y enmarcó a una mujer en sus versos, me lo imagino deleitándose con este inmenso cultivo porque ante todo era un campesino que tuvo el talento necesario para componer y cantar de la manera más real y linda”.
Aquel girasol ahora se multiplicó mirándose de cerca el más bello paisaje que algún poeta puede describir como un bosque lleno de aroma donde el sol se recrea y hasta un verso puede mojarse con la lluvia.
En esa mañana de alegría visual había que hacer el ejercicio de cantar para ponerle serenata a esas flores llenas de encanto.
El bello canto
En la inmensidad de la siembra de los girasoles donde el color le da mayor vida a la naturaleza, el compositor Deimer Jacinto Marín Jiménez, tomó su guitarra y cantó sintiendo la emoción del corazón que se tomó el pensamiento haciendo posible que los recuerdos florecieran. Era el canto dedicado a esa flor de sombrero amarillo bordada de radiantes pétalos.
Un canario se oye cantar bajo la vegetación/poco a poco se ve voltear una flor de girasol y yo ansioso por mirar a los ojos de mi amor/para enviarle un mensaje del alma/y dejar en las hojas guardadas unas lágrimas de mi pasión/y pintar con las flores sus labios/y frenar con sus manos mis manos y besarlas al pie de un girasol.
Después de cantar señaló que Hernando Marín siempre tuvo la inspiración en primera fila y en el momento preciso de un suceso. “Él, nació para componer al punto que si revisamos su legado encontramos que le cantó a todo. Hizo alrededor de 300 canciones entre costumbristas, románticas y de protesta que dan cuenta de su recorrido por la vida, teniendo una guitarra como compañera”.
El hijo de El Tablazo, jurisdicción de San Juan del Cesar, La Guajira, quien murió el domingo cinco de septiembre de 1999 cuando contaba con 53 años, también se coronó como rey de la canción inédita del Festival de la Leyenda Vallenata en el año 1992 con el paseo ‘Valledupar del alma’.
Cancioneros del Valle que alegran las tardes/con ardientes sones hoy les pido que canten/para que relaten sus inspiraciones./Vengan cancioneros de mi tierra con la música que llena de alegría los corazones/vamos a poner en cada coro/una nota del tesoro que tienen los acordeones.
“Mi papá, conocido como ‘El ángel del camino’ o ‘El trovador del pueblo’, nos dejó un inmenso legado que pasados los años toda su familia sigue conservando. Por todas partes suenan sus canciones que cuentan historias vividas”, manifiesta Deimer Marín.
En el registro sonoro quedó la canción ‘Lo que siento’, grabada por Jorge Oñate y Juancho Rois en el año 1985, donde dejó plasmada su voluntad.
Cuando muera quiero dejar una historia/de canciones y de versos un rosario./Si algún día yo llego a ser sexagenario/pido a Dios que no se gaste mi memoria.
Deimer Marín quedó extasiado viendo como la brisa mecía los girasoles y naturalmente al recordar a su padre, aquel que una vez también le cantó a una bella sanjuanerita a quien le manifestó con la emoción a todo galope que era entre las flores de su guajira, la más bonita.
Después hizo un paseo por la obra musical de Hernando Marín y encontró diversos sucesos donde una mujer era la protagonista, y casi siempre comparada con el paisaje de su querida guajira.
Tomó su guitarra y fue cantando versos y versos y la conclusión fue que esta costumbre ahora poco se frecuenta donde a la poesía se le ponía música.
Un grande nubarrón se alza en el cielo/ya se aproxima una fuerte tormenta./Ya llega la mujer que yo más quiero/por la que me desespero/y hasta pierdo la cabeza.
Pecadora, te dicen te señalan porque le diste al hombre tu noble corazón. /Pecadora porque eres la señora de un hombre que te adora/y aquel hombre soy yo.
Yo soy allá en mi tierra el enamorador/soy muy amigo y valiente también./Soy de las hembras el conquistador/de mil claveles soy el chupaflor.
Porque saben que te quiero/porque saben que me quieres/te separan de mi lado/te aconseja que me dejes/para ver si la distancia hace que te olvide/ pero es imposible porque nuestro juramento/es inquebrantable, pero eso no lo saben.
Después de cantar versos de las canciones de su padre, abrazó la guitarra y lloró.
Solamente acertó a esconder las lágrimas en un pañuelo y manifestó. “Dejemos así. Me han rodeado los recuerdos en medio de girasoles y la nostalgia es mayor. Con toda certeza digo que mi papá le cantó a las cosas del alma y en eso fue un soberano compositor”.
Cuando la grabadora estaba a punto de irse a descansar se le preguntó por la canción que más le gustaba de Hernando Marín y contestó. “Canta conmigo”. De inmediato sacando fuerza de su corazón cantó.
Yo quiero que el mundo sea más pequeño/y estar cerquita del cielo para jugar con el sol./Quisiera juntar el cielo y la tierra, llanuras y cordilleras/y unir las aguas de Dios./Ver junto a una mujer blanca con una negra/y que no existan rencillas por el color./Y oír en la voz del pueblo un canto de mi tierra/yo quiero cambiar la guerra por paz y amor.
En ese instante terminó la entrevista teniendo como marco ese paisaje natural en las afueras de Valledupar, dejando constancia que al verdadero vallenato lo arropa el sentimiento, lo dirige la poesía y lo canta el alma enamorada dando paso a las realidades de la vida provinciana.