-Hace 27 años murió el cantante Rafael Orozco Maestre. Se presenta todo un recuento sobre los inicios musicales del hijo querido de Becerril al que le adelantaron la inmortalidad. Además, la historia de la marcha del silencio que convocó ‘La Cacica’ Consuelo Araujonoguera-
Por Juan Rincón Vanegas – @juanrinconv
¡Oh, gloria inmarcesible!
¡oh, júbilo inmortal!
¡en surcos de dolores
el bien germina ya!
La noche del viernes 27 de abril de 1990 el hijo de Becerril, Rafael José Orozco Maestre, vestido de negro subió a la tarima ‘Francisco El Hombre’ de la plaza Alfonso López para interpretar el Himno Nacional de Colombia y así darle apertura al 24° Festival de la Leyenda Vallenata.
Sobre este hecho, el artista señaló a El Diario Vallenato: “Tuve el inmenso compromiso de cantar el himno nacional y estuve un poco nervioso, pero pude salir bien porque lo ensayé durante varios días. Lo mejor de todo fue que recibí la felicitación de ‘La Cacica’, quien me había asignado esa misión”.
Rafael Orozco, en el evento en el cual se coronó como Rey Vallenato Gonzalo Arturo ‘El Cocha’ Molina Mejía no pudo hacer su presentación con la agrupación El Binomio de Oro porque tenían un compromiso en Venezuela.
Al siguiente año, El Binomio de Oro estuvo en el Festival de la Leyenda Vallenata, y fue la última vez que lo hizo Rafael Orozco, causando sensación entre los asistentes.
Oración de la Paz
El asesinato de ‘Rafa’ Orozco el jueves 11 de junio de 1992, produjo un inmenso dolor entre sus miles de seguidores y los amantes del vallenato. Tres días después del hecho, ‘La Cacica’ Consuelo Araujonoguera convocó en Valledupar a una marcha del silencio que se inició frente a la Gobernación del Cesar y concluyó en la plaza Alfonso López, donde ella, parodiando a San Francisco de Asís, leyó en la tarima ‘Francisco El Hombre’ la ‘Oración de la Paz’.
“Señor, haz de nuestra música un instrumento de tu paz, que donde quiera que haya odio la inspiración de nuestros poetas siga llevando amor; que donde quiera que haya injuria la música de nuestros acordeones siga llevando perdón; que donde quiera que haya sombra la poesía de nuestros juglares lleve la luz; que donde quiera que haya dudas en torno a la existencia del hombre sobre la tierra los cantos vallenatos hagan una reafirmación de fe; que donde quiera que haya tristeza, luto, lágrimas, vuelvan los sonidos de nuestras guacharacas y cajas a llevar la alegría; que donde quiera que la desesperación ensombrezca el alma de los hombres, vuelvan las notas melodiosas de los poetas del vallenato a llevar la paz.
Haznos Señor, permite Señor, ayúdanos Señor, a que nuestros músicos sigan consolando a los tristes. A que nuestra música vallenata siga llevando comprensión y perdón donde quiera que haya dolor y tristeza, para que el sacrificio de nuestros cantantes, compositores, juglares, y de todos los colombianos, no sea en vano; sino que germine en semilla óptima, en frutos y racimos que sean la cosecha para las generaciones futuras de la paz de Cristo y en el amor de todos los colombianos”.
El primer baile
Las historias sobre la vida y obra musical de Rafael Orozco son diversas y muy interesantes, 27 años después de su muerte tienen la mayor relevancia, especialmente en sus inicios y también al lado de su compañero, el acordeonero Israel Romero.
Una de ellas es la primera vez que ganó a finales del mes de octubre de 1974 el concurso de voces realizado en el marco de una Semana Cultural en el Colegio Nacional Loperena de Valledupar. Esa vez ganó, y se tomó la mayor confianza para emprender su carrera musical al lado del acordeonero Luciano Poveda, con quien se presentó en distintos pueblos de la geografía costeña.
El primero de ellos fue el corregimiento de Sempegua, municipio de Chimichagua, donde lo contrató Andrés Lobo, dueño de la caseta ‘El Trasmallo’ y del picó más grande de la región, y quien supo de Rafael Orozco a través de un amigo de Valledupar.
El grupo viajó seis horas en un bus de la empresa Cootracegua hasta llegar a Chimichagua, donde tomaron un ‘Johnson’ para cruzar la ciénaga de Zapatosa, hasta llegar al pueblo de pescadores en horas de la tarde.
El sábado siete de diciembre de 1974 la caseta ‘El Trasmallo’ poco se llenó, y lo producido en taquilla únicamente alcanzó para medio pagarle al conjunto vallenato. Después de la presentación, a los integrantes les tocó dormir en esteras de palma y al cantante y acordeonero en hamacas.
Rafael Orozco no estaba acostumbrado a dormir así, y debido al avasallante calor, optó por acostarse en una mesa de buchacara que había en la caseta. Allí amaneció, y cuando la señora Natividad Segovia Pacheco, quien pasaba por el lugar lo observó acostado en esa mesa de juego se preguntó: ¿Y ese es el cantante?
Lo que la vieja ‘Nati’ nunca pensó era que el joven cantante que había debutado en su amado pueblo con el paso de los años se convertiría en el ídolo que pasó por el ‘Madison Square Garden’ de Nueva York, el mismo que regaló emociones a sus miles de seguidores, y que todavía, a pesar de su partida se escucha cantar desde ‘Cariñito de mi vida’, y cientos de canciones más, hasta llegar a ‘Sólo para ti’.
La primera grabación
El primer peldaño importante de Rafael Orozco fue grabar en 1975 su primera producción musical titulada ‘Adelante’ al lado del acordeonero Emilio Oviedo Corrales, quien cuenta la historia: “A Rafael lo conocí por casualidad en Aguachica, donde había ido con el gobernador del Cesar de ese entonces, Manuel Germán Cuello y el doctor José Manuel Díaz Cuadro, a la inauguración de unas obras, y como es natural, se armó la parranda. En el camino me la pasé tocando y cantando, y como era una carretera muy mala, llegué afectado de la garganta, debido a la polvareda. En esos días se llevaba a cabo una feria en esa población, es así que estando en la parranda se apareció Rafael Orozco, un muchacho delgado y cabelloncito, quien me dijo que me ayudaba a cantar. Acepté, y de salida quedé sorprendido con su voz. Me gustó el estilo, su afinación, su brillo y que tenía unas caídas bien suaves y llamativas”.
Enseguida lo contactó, Rafael Orozco le dijo que andaba con el acordeonero Julio De la Ossa, pero no tenía compromiso formal con el acordeonero. De esa manera comenzó el proceso de lo que sería su primera grabación para el sello Codiscos, donde apareció la canción ‘Cariñito de mi vida’ de Diomedes Díaz, que fue el gran suceso musical.
Siempre Rafa
En el camposanto Jardines del Recuerdo de la ciudad de Barranquilla reposan sus restos mortales. En ese espacio reina la pasividad, polo opuesto a la alegría que caracteriza a la ciudad carnavalera donde Rafael Orozco cosechó sus mejores triunfos y hasta le adelantaron la inmortalidad.
Allá en su tumba, todavía recibe cientos de visitas a las que se une el silencio, amigo ideal para que el pensamiento haga su paseo rápido por las nostalgias, esas que tienen el poder absoluto de darle vida a los recuerdos, unir las penas, entristecer hasta el alma y también rememorar aquel momento cuando el artista puso a cantar sin parar a cientos de seguidores en pleno Carnaval de Barranquilla.
…Y qué será de mi vida sin ti
qué será que no puedo vivir,
qué será de tu vida sin mí
qué será…