Por Juan Rincón Vanegas – @juanrinconv
Aquel jueves 1° de agosto de 1940, día de la madre tierra, cuando nació en Valledupar Consuelo Inés Araújo Noguera, hija de Santander Araújo Maestre y Blanca Noguera Cotes, la vida le abría las puertas a una niña que con el paso del tiempo se convirtió en la gran gestora de la música vallenata y la que supo unir con el poder del folclor a los hombres que se dedicaban a llevar a través de las notas de un acordeón los mejores mensajes cantados.
Todo comenzó en el año 1968 cuando al lado de Alfonso López Michelsen y Rafael Escalona Martínez, pusieron en marcha el Festival de la Leyenda Vallenata.
Precisamente, ‘La Cacica’, nombre con el cual la bautizó el periodista Hernando Giraldo, relató lo siguiente. “Cuando Alejo Durán se subió a la tarima, sin nombre, que hicimos erigir al Profe Augusto Castellanos, al lado del amplio rectángulo de la plaza Alfonso López, fue cuando tuvimos la noción exacta de que el Festival de la leyenda Vallenata había comenzado, y comenzado bien. Dos noches después en la gran final, ‘Alicia adorada’, ‘Mi pedazo de acordeón’, y ‘Altos del Rosario’ fueron apenas la notificación musical de la apoteosis colectiva que desde entonces lo consagró para siempre en el efecto y la devoción de la gente.
A partir de ahí se edificó uno de los más grandes mitos vivientes del vallenato y comenzó a gestarse esta Leyenda blanca que envuelve al Rey Negro. De ese 30 de abril de 1968 en adelante, la gloria comenzó a rodar alrededor de ese hombre humilde y sencillo que, al solo golpe de sus dedos prodigiosos sobre el teclado, vió su sencillez convertida en fama y su humildad trocada en grandeza. Desde ese momento, Alejo Durán Díaz y el Festival de la Leyenda Vallenata formaron una simbiosis perfecta, un dúo sentimental, una relación tan profunda y certera que no se puede analizar el uno sin el otro, ni referirse a la persona sin hacer mención obligada del certamen.
De tal hondura fue y seguirá siendo esa relación, que no es desacertado decir, como pensamos muchos, que la buena estrella que ha acompañado al Festival está ligada al hecho de que su primer Rey fue intérprete de las calidades humanas y artística de Alejo y que la gloria que lo envuelve va más allá de su vida y de su muerte, emana en gran medida, del hecho de haberse proyectado a través del primer Festival de la Leyenda Vallenata”.
Presentación de ‘Vallenatología’
Consuelo Araujonoguera, tuvo a bien presentar su primer libro ‘Vallenatología’ en el año 1973, haciendo la siguiente sustentación.
“Estas páginas no tienen pretensiones literarias ni intentan sentar cátedra sobre folclor ni crear dogmas acerca de la música vallenata. Me he decidido a hacerlas conocer por tres motivos, para mí suficientes:
Primero, porque uno defiende siempre lo que más ama. Y como, por sobre todas las cosas, yo amo mi música vallenata –con todo su acervo de leyendas, sentimientos y tradiciones que sintetizan mejor que nada nuestra idiosincrasia y razón de ser– creo, con lo poco que sobre ella sé, defenderla de la equivocación de muchos y la ignorancia de las mayorías, que no ven en la música vallenata nada distinto de algo que está de moda.
Segundo, porque la importancia y auge que tiene el vallenato actualmente no permiten mantenerlo más tiempo sin, por lo menos, intentar una investigación sobre los orígenes, fundamentos y razones que lo crearon y lo mantienen.
Y tercero, porque, después de permanecer largo tiempo investigando y reuniendo datos, pienso que no vale la pena dejarlos indefinidamente durmiendo en el cajón del olvido, sino hacerlos conocer, cuando menos para que sirvan a otras personas más idóneas y mejor documentadas que los refuten y contradigan hasta cuando se haga la luz total sobre la verdad completa de la música vallenata. Y valga esta última razón por todas las anteriores”.
El último escrito
En la revista institucional del Festival de la Leyenda Vallenata del año 2000, Consuelo Araujonoguera plasmó su último escrito dedicado al homenajeado Gabriel García Márquez.
En su escrito anoto. “Por todo eso este Festival tanto como un reconocimiento al formidable escritor Gabriel García Márquez, es también un acto de amor, una expresión de lealtad al amigo y compinche de ilusiones y sueños que se anticipó a la realidad y predijo la apoteosis del vallenato desde las páginas de sus novelas; y es además una reafirmación de fe en todo lo que él simboliza como el más grande motivo de orgullo de los provincianos y de Colombia en general.
Podríamos continuar por la línea de las añoranzas y parodiando a Fray Luis de León aceptar que también a nuestro parecer “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Pero sería injusto con el tiempo presente hacer una afirmación tan rotunda que excluye, de entrada, otras consideraciones que no pueden quedar por fuera al intentar un balance de lo que han sido estos 33 años de Festivales. Toca, pues, reconocer que en medio de las innumerables dificultades por las que atraviesa el país y su gente, el Festival de la Leyenda Vallenata se mantiene incólume en medio de la hecatombe y sigue siendo un auténtico torneo del ingenio y el talento; la gran convocatoria de la amistad y la convivencia donde las diferencias son solo de orden musical y se dirimen nota a nota, a golpes de caja y a presión de los dedos sobre los briosos fuelles de los acordeones”.
De igual manera, en su libreta de apuntes quedaron plasmadas algunas peticiones que le hicieron en su último viaje al corregimiento de Patillal y consistían en escribir el prólogo del libro de poemas de la autoría de Tatiana Hinojosa Gutiérrez y Fernando Daza titulado ‘Columbario de sueños’, crear una escuela de música vallenata y la ampliación de la iglesia.
Plegaria de despedida
Los sueños de ‘La Cacica’ los mataron a la fuerza y en esa misma libreta quedó escrita su plegaria de despedida de la vida: “Jesús, hijo de David, ten compasión de nosotros”…
Después fluyeron canciones, escritos y en medio de la tristeza general quedó dando vueltas en el recuerdo la décima del profesor José Atuesta Mindiola.
Consuelo madre querida
de esta música inmortal,
tú la hiciste universal
y le entregaste la vida.
Con una vela prendida
buscaba tu corazón
música de acordeón
con esencia vallenata
y el pueblo a ti te relata
como Diosa del folclor.