Por Juan Rincón Vanegas – @juanrinconv
“Por eso es que la vida es un baile
que con el tiempo damos la vuelta”.
La canción autoría de Diomedes Díaz Maestre le cae muy bien al antiguo agricultor y pescador ‘Kike’ Muñoz, a quien le tocó vivir un momento terrible, porque no pudo seguir tocando con sus manos ese mundo al que estaba acostumbrado.
De un momento a otro todo se le vino encima y lo dejó sentado, pero con los ánimos suficientes para darle gracias a Dios porque seguía existiendo y escuchando las canciones de su ídolo Diomedes Díaz, ese mismo que con sus canciones le ha dado la fortaleza necesaria para cantar victoria.
Año nuevo trágico
No hay día que ‘Kike’ no escuche las canciones de ‘El Cacique de La Junta’, porque según cuenta son su gran alimento y le irradian esa alegría que el destino le quiso borrar. “Diomedes nunca pasa de moda porque es único e irrepetible”, afirma sobre el artista guajiro.
Desde su tierra Mariangola, corregimiento de Valledupar, Joaquín Enrique Muñoz Ochoa, con 76 años a cuestas, narra el hecho que lo dejó sin manos. “Eso sucedió hace 36 años, para ser más exactos el 31 de diciembre de 1979, cuando me fui de pesca al río Mariangola, y en el pozo llamado Sisi me explotó en las manos un taco de dinamita”.
El viejo ‘Kike’ Muñoz se detiene en su relato, afina su oído y escucha a lo lejos una canción de Diomedes, música que procede del billar de la esquina cerca a su casa.
Voy a componé un merengue
pa’ cantárselo a papá
un hombre que vive allá
cerca de la población.
Ese que con su sudor
me dio el tamaño que tengo
y el hijo le salió bueno
y ha sido un ejemplo de él.
Se enternece al recordar a su progenitor que llevaba su mismo nombre y cuenta que esa canción Diomedes la grabó con ‘Colacho’ Mendoza en el año 1981. Casi no podía salir de la añoranza de la canción para encarrilar su propia historia, hasta que volvió al redil de la charla.
“Eso fue terrible, porque perdí mis manos, se me afectaron los oídos y el ojo derecho, pero con el paso del tiempo no me dejé vencer y volví a trabajar en otras cosas que no eran labores del campo, ni de la pesca”.
Repartidor de suerte
Para no estar quieto en su casa y sentirse útil, se puso a vender rifas y chance. Quería llevarle suerte a los mariangoleros y en eso trabajó varios años. Andaba en bicicleta por el pueblo, y todavía muchos le dan las gracias porque ganaron algunos premios.
“Me gustaba ese oficio porque me ganaba alguna platica, pero una vez me atropelló un carro y me fracturó una pierna”. Ese accidente significó el fin de la tarea de ‘Kike’ como repartidor de la suerte.
Levanta sus brazos y se acomoda la cachucha que luce una foto de Diomedes Díaz, y entonces expresa en tono nostálgico: “He sido un hombre sufrido en la vida, pero tengo unos hijos maravillosos que son mi mayor fortaleza. No tengo como pagarle a Giovanny, Luis Enrique, Arith María y Martha. A esto súmele mis diez nietos”.
Hace un repaso por su vida, donde aparece su compañera María Mojica y toda su familia, y en ese momento despide ese comentario porque suena una canción que le llama poderosamente la atención.
Lo que para uno le llega
como mandado del cielo
sea por bien o sea por mal
a veces estamos en la buena
otro’ están en la miseria.
Muchos ríen por no llorar
muchos dicen que la vida
es un mundo de misterio
que siempre tiende a acabar.
Toma un tiempo para escucharla y deja que termine ‘Así es la vida’. “Ese es un verdadero vallenato que deja enseñanzas y llega a lo más profundo del corazón. Por eso es que yo a Diomedes no lo cambio, no soy seguidor ruidoso, sino fiel”.
Enamorado de Mariangola
En su casa, ubicada cerca a la plaza del corregimiento, vive con su hija Arith María, y desde bien temprano sale a dar vueltas y regresa. Al mediodía, en el comedor comunitario, dialoga con sus compañeros de la tercera edad, después escucha música y conversa con sus vecinos.
Durante todo el diálogo, de una u otra manera estuvo presente Diomedes Díaz. ‘Kike’ lo corrobora con múltiples detalles de la vida y obra del artista que pasó su tiempo musical cantándole a las penas y alegrías, incluso a su primera cana.
“Diomedes se pasó la vida alegrando corazones, y haciendo posible que las penas se pudieran cantar”. Vuelve a acomodarse la cachucha, la marca personal que siempre lleva para recordar al artista que nunca permite que decaiga, sino que tenga la frente en alto.
“Escuchar a Diomedes Díaz es una buena causa, y si me preguntan cuál es la canción que más me gusta, no tengo, porque todas me agradan”.
Yo quiero, que el mundo sea más pequeño
y estar cerquita del cielo, para jugar con el sol
quisiera, juntar el cielo y la tierra
llanuras y cordilleras, y unir las aguas de Dios
ahí ver junto a una mujer blanca con una negra
y que no existan rencillas por el color.
“Ay caramba, que canción tan expresiva”. En ese momento, el viejo ‘Kike’ regresó su pensamiento al pasado y recordó que esa canción de Hernando Marín se convirtió en un himno, y más ahora que Colombia está en los albores de la anhelada paz.
Dice que vive contento en medio de las dificultades propias de quedar sin sus manos, y haber cambiado el rumbo de su vida por un inoportuno momento que no se lo desea a nadie.
Las canciones seguían sonando a lo lejos y ‘Kike’ las iba recepcionando en su corazón. También señaló q
ue escucha las canciones del gran Martín Elías porque “es agua del mismo calabazo, y un hijo de tigre siempre sale pintao”.
Agradeció la visita a su querido pueblo, tierra de la dinastía Granados, porque tuvo la oportunidad de desahogarse como nunca lo había hecho, contar sus pesares y alegrías, y eso sí, ratificar que es un fiel seguidor de Diomedes, ídolo de multitudes a quien solamente escucha y no puede aplaudir. “Como quisiera hacerlo mi amigo”, dice con tristeza.
Al final, su hija lo delata al manifestar que su papá tiene una canción que lo hace llorar. El viejo ‘Kike’ Muñoz al escuchar el nombre de esa “pieza vallenata”, lo reafirma, y dice: “Es que cuando se llora por amor, ni en los sueños se puede contar”.
El destino me cambió la vida
conocí la eterna despedida
y en camino voy sin ti
quien no sabe que es una partida
sólo vine a conocer la vida
cuando se marchó.
Se llevó un pedacito de mí, de adentro
nos dejó su sonrisa inmortal, sentida
cuando vine a entender el adiós
fue cierto, se llevó su vida.