Por Juan Rincón Vanegas
Cuando Diomedes Díaz Maestre contaba con 17 años se dio a la tarea, no de componer, sino de escudriñar en su mente para encontrarle el nombre preciso a su primera hija, fruto de aquel amor con Bertha Rosario Mejía Acosta.
Caminaba por su tierra La Junta, La Guajira, y después de atar varios nombres tomó el de Rosa Elvira. Años más tarde en la canción ‘Entre placer y penas’ recordó que “Rosa Elvira, es la mayor de esta familia tan bonita”.
Ahora, esa hija mayor trajo al mundo una nueva hija el martes 28 de octubre de 2014 a las 8:30 de la mañana, y sin dar muchas vueltas para conseguir el nombre, como hizo su padre, aterrizó en el suyo. “Mi hija se llama Rosa Elvira, en homenaje a ese nombre que gustoso me regaló mi papá y que me identifica como su primera hija”, declara muy orgullosa la primogénita de ‘El Cacique de La Junta’.
Entonces, deja aflorar su faceta de madre tierna y encantadora. Mece a la niña en sus brazos, en ese trono tan grande que Dios tan sólo concede a los recién nacidos; la acaricia y dice que midió 50 centímetros y pesó tres mil 500 gramos.
Nombre anticipado
“Ya tenía definido que si era niña se llamaría Rosa Elvira, y si era niño, Diomedes. Que mejor homenaje”. Se quedó pensativa y al rato expresó: “Con la muerte de mi papá, el mes de diciembre me cambió de color para toda la vida”.
Estando en ese trance del ayer reconoce que le gustan todas las canciones de su padre. “Las canciones de mi papá son medicina para mí”. Entonces hace una explicación científico – emocional: “Cuando estoy enferma las escucho y me pongo bien, porque mi papá les impregnaba su magia natural y espiritual”.
En medio de las añoranzas cuenta que tiene varias cosas de Diomedes, entre ellas, una camisa de color rojo que se estrenó durante una presentación en el carnaval de Barranquilla, y está decorada con figuras de garabato, Grammy Latino y un sombrero vueltiao.
Mientras eso sucedía, la niña seguía feliz en su trono, abría y cerraba sus ojos, y otras veces sonreía.
Recuerdos que vuelan bajito
Rosa Elvira Díaz Mejía, cada vez contaba más detalles del amor de su padre hacía su numerosa familia, mientras tanto su mamá Bertha solamente escuchaba, y nunca pronunció palabra, hasta que expresó su deseo de narrar algunas historias inéditas que vivió al lado del joven Diomedes Díaz Maestre, o ‘Medes’, como ella siempre lo llamó.
Cuando iba a comenzar sus relatos se quedó pensativa. Ni modo de insistirle, hasta que su hija la motivó. “Mamá cuente, cuente, para que sepan lo feliz que estaba mi papá cuando vine al mundo”.
Esas palabras fueron efectivas, y con el recuerdo bajito narró: “Cuando nació Rosa Elvira, una prima de ‘Medes’ de nombre Zenobia, tenía una tienda en La Junta, y hasta allá llegó él, y sacó de su bolsillo unas pocas monedas, eso me contó ella, y le pidió que me llevara hasta donde alcanzara”.
La nostalgia se pintó en todos los ángulos del rostro del primer amor de ‘El Cacique’, y continuó diciendo: “Zenobia me llevó unas compritas, y hasta un cuarto de petróleo para la lámpara”.
Retrocedió en el tiempo, y recordó cuando ella estaba embarazada, y se vino para Valledupar donde un familiar que vivía en el barrio Doce de Octubre. Hasta allá llegó Diomedes, procedente de su tierra en busca de su amor, y le trajo limones, naranjas, yucas y una gallina.
Cuando Diomedes dispuso su regreso, la plata no le alcanzaba, y Bertha le completó el pasaje.
Madre e hija se miran y abren el espacio para catalogar esos momentos como sublimes, donde los detalles amorosos figuraban en primer plano y hacían posible que hasta las sonrisas tuvieran chispitas de oro.
En ese trayecto de la charla, la niña Rosa Elvira dormía plácidamente, sin darse cuenta que su abuelo era el protagonista de esa película cuyo rodaje se hizo en dos corazones.
Con el episodio contado, Diomedes Díaz Maestre, en esa ocasión estuvo feliz al estrenar el titulo de padre, el cual con el paso de los años subió de categoría hasta obtener un postgrado, con un total de 28 hijos.
Oye bonita…
Por estos días, Rosa Elvira está dichosa con su hija, y recuerda sus primeros años cuando su papá quiso que estudiara y se la llevó de La Junta hasta Valledupar, exactamente a la casa de su esposa Patricia Acosta, prima de su mamá Bertha, y por ende pudo compartir sus primeros años al lado de sus hermanos Rafael Santos, Diomedes de Jesús, Luis Ángel y el gran Martín Elías.
“Que época tan bella”, dice, y enseguida recuerda los pechiches de su padre y los detalles que nunca se olvidan.
Estando atrapada en el camino sin salida de la nostalgia, la niña Rosa Elvira comenzó a llorar, y su mamá en vez de arrullarla con canciones de cuna, hizo lo que le dictó el corazón y le susurró al oído:
Oye bonita, cuando me estas mirando,
yo siento que mi vida cubre todo tu cuerpo.
Oye bonita, y me siento tan contento,
que en el instante pienso cómo será mañana…