Por Juan Rincón Vanegas
Desde muy niño las canciones de Diomedes Díaz, atraparon la mente de Leonardy Pérez Aguilar, y comenzó el proceso de hacerlas suyas no solamente para cantarlas, sino para declamarlas de una manera distinta hasta conmover a todos los que lo escuchan en distintos escenarios.
“Con un primo me ponía en La Jagua de Ibirico, Cesar, a escuchar canción a canción y luego las clasificábamos y nos poníamos a declamarlas. Era como un juego que con el paso de los años se me convirtió en la gran afición, y más por las canciones de Diomedes Díaz, el gran poeta y filósofo de la música vallenata”, indica Leonardy Pérez Aguilar.
De esa manera el contenido literario de más de 180 canciones es la materia prima del artista de la palabra para sintonizarse con la poesía natural de ‘El Cacique de La Junta’, donde cuenta todo lo que giraba alrededor de su territorio guajiro, el mundo vallenato, de sus amores y desamores y de su gran fanaticada.
Enseguida hace alusión a la canción ‘9 de abril’, una obra maestra, cuando Diomedes contaba con 22 años, la cual contiene un alcance profético, de genialidad y de brillo poético.
Me es placentero tener al frente
a tan distinguidas personas
y con esmero presto mi gusto
para que sean complacidas
pero quisiera que me perdonen
cuando me vean pensativo.
No me digan nada, ni me pregunten
mejor pídanme canciones.
Después el declamador se desplaza a la canción ‘El profesional’ la que cataloga como el mejor discurso político de Diomedes Díaz, donde alerta sobre la educación que se debe brindar.
Me inclinaba cuando alumno
siempre ser un buen profesional
pero como no tuve pa´ estudiar
fueron imposibles mis estudios.
Pero hay cosas más grandes en el mundo
y es la inteligencia natural
y cualquier hombre puede triunfar
y después gritarlo con orgullo,
no fueron completos mis estudios,
pero soy un buen profesional.
La emoción declamando la obra musical de Diomedes Díaz, lo iba invadiendo y aterriza en ‘El alma en un acordeón’, su voz se enternece e indica “no hay mayor demostración del amor que Diomedes tuvo por la música vallenata que esa manifestación donde intercala sus sentimientos para poner a sonar en su pensamiento ese bello instrumento”.
Se oye un canto en la madrugada
ensenado en la lejanía
entre notas de un acordeón
versos que me parten el alma
han llegado hasta una ventana
expresando una gran pasión
y si eres de buen corazón
algo sientes en esta noche
por la causa que ya conoces
dime si no tengo razón
andar deshoras de la noche
con el alma en un acordeón.
Entra enseguida en el amor eterno de Diomedes, sus seguidores, a quienes les cantó y les dio el valor que se merecían. La canción es ‘Para mi fanaticada’.
“Es el único músico que pudo tener desde un comienzo la identificación plena de su público y lo manifestó de manera permanente hasta sentir en todas partes y hasta sus últimos días el cariño de todos. En subida y en bajada contó con su fanaticada, lo que lo ha convertido en inmortal”, señala Leonardy Pérez.
Toditas mis canciones
siempre se refieren al amor,
pero esta vez me inspiro
para hacerle un canto a mi fanaticada
porque un artista solo,
no puede conservar su valor
y hay que reconocer
que ninguno nace con fama.
Toditos mis amigos siempre me invitan
a sus parrandas, y donde quiera que voy
siempre me reciben con cariño
y por ese detalle yo vivo siempre agradecido
por todos los aplausos que me brinda mi fanaticada.
Como conclusión el artista de la palabra dice que “Diomedes Díaz, con su cosmovisión campesina ratificó que tuvo varios talentos a la vez, y fue un gran poeta y filósofo que se paseó de la mejor manera por todas las etapas de su vida, logrando alcanzar los más grandes honores, a pesar de la complejidad en que se manejó y que en algunas ocasiones le granjeó resistencias”.
Diomedes, ese hombre importante, que por su sencillez lo trataban, dejó su marca en la tierra. Muy bien lo expresó: “El día que se acabe mi vida, les dejo mi canto y mi fama”.
El conversatorio sobre las canciones de Diomedes Díaz, llevadas a las palabras, sin utilizar el canto y el acordeón, había concluido, pero de repente Leonardy Pérez, volvió a recordar a aquel joven que salió de una finca, que se empleó en una emisora para que le pusieran sus primeras canciones, que tuvo una bicicleta y no la sabía manejar, que se atrevió a mandarle a su adorada una serenata en la ventana marroncita, al que muchos evadían y que le cantó hasta su primera cana, para manifestar que “en la canción ‘Cariñito de mi vida’, hizo la mejor descripción poética de su propio entorno donde lo único que veía era las montañas, la lluvia, la cosecha y el
amor que iba apareciendo como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto”.
Ay en tiempos de invierno en la montaña
las cubren las nubes en la cima
y se reverdece la sabana,
se colma la fauna de alegría.
Y se alegra el campesino
la esperanza lo emociona
y yo entre más días te deliro
en invierno y verano ando ahora.